El extraño caso de Xóchitl Gálvez.

Defensora de causas justas, con la visión de quién sufrió desde su nacimiento las carencias propias de un sector de la población al que nunca le hizo justicia la Revolución, ni la primera, segunda, tercera, y mucho menos la cuarta transformación del país; que pudo estudiar con base en su tenacidad, inteligencia y los apoyos que se brindaban por parte del gobierno (esos malévolos y terribles gobiernos del PRI y del PAN, "causantes" de todas las desgracias que estamos sufriendo en estos últimos 5 años del gobierno de Morena) a aquellos estudiantes que, viniendo de familias con niveles socioeconómicos de pobreza, tenían un desempeño escolar de excelencia (cuando las becas premiaban la calidad y no masificar la dádiva con fines electoreros).

Así, a base de sacrificios y esfuerzo personal, doña Xóchitl pudo culminar con éxito y en el tiempo que marca la carrera para su culminación (que jamás será de 14 años o más) sus estudios profesionales como Ingeniera en Programación en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Y usted dirá, amable lector: ¿Qué hizo Xóchitl después de estudiar ingeniería? ¿ingresó a la política, como muchos otros, en busca de poder, dinero y beneficios sin mayor esfuerzo que escalar a los puestos de decisión en un partido político?

Pues no.

Ejerció su profesión en el sector privado. En 1992 fundó la empresa High Tech Services, para diseño de edificios inteligentes, basados en la sustentabilidad, ahorro de energía, procesos automatizados, seguridad y tecnología de punta. 

Fue tan exitosa, que fue reconocida como "empresaria del año" en 1994 y 1995; ganó los premios de la fundación "Sé Líder" y Zazil por su compromiso con los demás y su humanismo (éste sí, comprobado y real, no solo de palabra y de discurso populista). En 1999 fue reconocida por el World Economic Forum de Davos, Suiza, como una de las 100 líderes globales del futuro del mundo y Business Week la nombró en el año 2000 como una de las 25 Latin American´s New Business Elite.

Ingresó a la política justo en ese año, 2000, invitada por el Presidente Vicente Fox. Y estos son algunos de los logros y acciones que pudo implementar como Directora General de los Pueblos Indígenas (cuya creación se debió, en parte, al impulso que Xóchitl le dió a ese programa público federal): Participó en la creación y entrada en vigor de la Declaración Universal sobre derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU, que se firmó por México en 2007; creó el fondo para infraestructura de las comunidades indígenas; electrificó zonas de la Sierra Tarahumara, en la región Cora - Huichol de Nayarit y Jalisco, la de Tepehuana en Durango; introdujo agua potable en Los Altos de Chiapas y en comunidades alejadas en Hidalgo, San Luis Potosí, Puebla y Veracruz; logró la construcción de carreteras en la Sierra Negra de Puebla, en Zacatecas, en Durango, en Nayarit, en Guerrero, Chiapas, Oaxaca y Guerrero, conectando a comunidades indígenas incomunicadas con el resto del país.

Y, si esto no fuera poco, acondicionó los albergues escolares indígenas, creó y construyó la Casa de la Mujer Indígena, donde se les capacitaba en derechos humanos de las mujeres; abrió 10 universidades interculturales y fundó el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas.

Todo ello y mucho más en sólo 6 años. 

Sin embargo, nadie la veía como una aspirante a la Presidencia de la República para el 2024. Es más, ni siquiera ella se había imaginado el tener la fuerza y el impulso ciudadano para ello. Su intención era pelear la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, para recuperar todo lo que se destruyó por impericia, incapacidad, opacidad y, quizá, hasta descarada corrupción y desvío masivo de recursos de la administración Morenista. 

Y de pronto, un día de suerte, se le hizo conocer al único Presidente en los últimos 70 años que cree que el Palacio Nacional es su casa y tiene el "derecho" de negar la entrada a quien él considere "indigno" de pisar su sala de conferencias mañaneras. Esto, a pesar de que doña Xóchitl, Senadora de la República, contaba con una orden judicial que obligaba a don Andrés a darle derecho de réplica.

En vez de eso, se burló de ella en cadena nacional.

Y eso inyectó de poder, visibilidad y etiqueta de mártir, de víctima, a la ahora aspirante a la silla que tendrá que dejar, por ley o por enfermedad, el señor que hoy la ha convertido en su trono y desde donde piensa que gobierna a un país que, como nunca antes, está plagado de pobreza extrema, de asesinatos a niveles históricos, de una pandemia pésimamente manejada por un imbécil llamado Hugo, que nos dejó más de 600 mil decesos, de la pérdida de inversiones, de la nula confianza en sus palabras (excepto por sus empleados, concesionarios y fanáticos), de más de 90 mil mentiras comprobables y el doble de dichos de dudosa autenticidad en sus mañaneras, además de la debacle en seguridad, salud y educación.

Hoy, la aspirante indígena, la empresaria exitosa, la funcionaria eficaz y eficiente, de pronto se ha dado cuenta que puede y tiene con qué ganar la Presidencia de la República y, en gran parte, se lo debe al Tlatoani de la 4t y sus porros golpeadores, que en vez de debilitarla, la vuelven más y más una opción viable de cambio, de orden, de progreso y de paz.

Pero hay un problema: Los dirigentes de la llamada oposición. Ellos son, en este momento, el lastre más grande que la Senadora Gálvez tiene que sortear para seguir un sueño personal que, día a día, se vuelve un sueño colectivo.

Si logra vencer la codicia, estulticia y necedad de don Alito y don Marco, créame que 2024 será un año que verá caer a un movimiento que prometió todo y no cumplió absolutamente con nada. 

Y sí que habrá una mujer Presidente. Solo que no será la pseudo científica protegida del macuspano, sino la indígena de Tepatepec, Hidalgo.

Si no, al tiempo.

MORALIDADES, 6 de julio de 2023.

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